domingo, 30 de marzo de 2008

La inspiradora humildad de Gregory Samsa

Este post lo escribí en honor a Marta Sepulveda, algún momento de 2008 cuando regresó de Colombia de una de sus visitas médicas. Marta nos dejó a todos quienes le seguiamos en sus tertulias literarias. —Te recordaremos con cariño—


Dijo que venía a despedirse y al parecer estaba decidida a cumplirlo. Sin embargo, cuando retornó al mediterráneo lugar de donde hacía muchos meses había partido, se sintió mentirosa. Tal vez le enterneció ver nuevamente desde las alturas a ese pedazo de tierra y mar que desvalido clamaba por ella.
Un entusiasmo inmenso gobernó nuevamente el palacio de sus incertidumbres. Comprendió que en su viaje le venía acompañado una mentira tan grande como la distancia que ahora le separaba del lugar de donde partió ese mismo día. Había viajado de regreso convencida de querer despojar de sus sensaciones el espacio ocupado por su antigua cotidianidad, incluidos muchos rostros conocidos que nunca saludó ni le saludaron, o a algunos más cercanos a quienes encontraba en sus caminadas que de forma desinteresada extendían sonrisas francas aunque mudas, o a un que otro amigo de esos que se recuerdan de verdad o inclusive a algún amor de esos que atentaron contra la esencia verdadera de su libertad. Las vivencias de sus días de antes de alejarse furtiva retomaron lugar en su mente y no se le despegaron por lo menos durante su visita a estos lugares. Viejos y nuevos allegados que logró re-encontrar dentro de tantos que dejó antes de partir, le ayudaron a evocar a otros, como los que sorbieron cafés en tertulias matutinas, galanteándole al destino mientras admiraban las verdades de los sonámbulos legionarios de Los Labios del Agua, o… los reunidos cada mes en exilio voluntario dentro de un espacio pequeño que rodeados de libros en lenguas extrañas, comentaban verdades y fantasías contadas por Reverte o admiraban la ingenuidad sublime o el misterio de las casas de Mango Street o de la isla de los amores infinitos. Solo faltaron horas o quizás minutos después de avizorar esta tierra para despojar de su mente el propósito disidente de solo venir a despedirse. Los días se encargaron de transformar cualquier intención rara y el poder de cualquier mentira débil traída en el avión desde el exterior desapareció por completo. Una tarde de alguno de los pocos días de su visita se encontró leyendo los poemas de Joaquín. —Un poeta cubano que ella admiraba— y sucedió lo inesperado, sintió un deseo inmenso de volver a escribir. Los milagros existen —Pensó un amigo, cuando ella se lo comentó— La visita culminó con la esperanza de un regreso tan tácito como su reconciliado interés por la escritura, la poesía y por sus amigos. Se marchó luego de haber rociado los jardines por donde paso con el esperanzador realismo de La Tercera Resignación y la inspiradora humildad de Gregory Sansa. El propósito de su visita resultó paradójico, dijo que venia a despedirse, pero… ¿Como diablos puede despedirse alguien que nunca se ha marchado?"

1 comentario:

Anónimo dijo...

wow mi querido Will, me dejas sin palabras y sin verdades.
Me dejas desnuda en el tiempo sin tiempo que subsiste al otro lado del corazón, me dejas nueva y clara en mi oscuridad.
Gracias por ello.

Marta S.